No es inusual escuchar que los niños actualmente “ya no tienen respeto” ante ciertas personas y figuras (padres, profesores…). Es difícil definir exactamente las causas de esta dificultad para respetar a las figuras de autoridad, pero la implantación de cierta permisividad, la elevada preocupación por evitar cualquier tipo de sufrimiento y el papel que se ha brindado al niño en nuestra sociedad parecen formar parte del problema.
El respeto es fundamental para el desarrollo de una persona, tanto el respeto hacia los demás como hacia uno mismo, y la familia es el lugar más importante a la hora de su correcto desarrollo.
En demasiadas ocasiones, los padres tratamos de evitar el sufrimiento de nuestros hijos, tratamos de protegerlos del fracaso, de la frustración. Pero frustrarse y fracasar es necesario para crecer sanos. Las frustraciones y los fracasos (también las negaciones de gratificación cuando no son merecidas u oportunas) nos enseñan que no siempre se consigue lo que se desea, y nos ayudan a regular nuestras emociones. La frustración de un niño pequeño suele ser pequeña, y si le evitamos que se “entrene” en tolerar esta sensación cuando la causa es manejable, al crecer no sabrá cómo reaccionar en este tipo de situaciones (que un padre no puede evitar a su hijo toda su vida – rupturas, suspensos de exámenes, no obtención de trabajos…), y su conducta y la emoción que desencadenen pueden ser desproporcionadas o inadecuadas, provocando un enorme sufrimiento.
Para ayudar a que nuestros hijos aprendan a respetar, ofrecemos 10 consejos:
- Prediquemos con el ejemplo. Una de las principales formas de aprendizaje que tiene un niño es la imitación de modelos. Si queremos que nuestro hijo se muestre respetuoso, será indispensable que vea que sus padres lo son, tanto con él como con otras personas con las que interactuamos en nuestro día a día.
- Practiquemos con ellos la escucha activa, interesarnos en conocer sus opiniones y problemas.
- Seamos honestos en nuestras interacciones con ellos. No es adecuado mentir a nuestro hijo, genera desconfianza. Si una información no es adecuada para un niño, siempre tendremos la opción de explicarle que hay cosas que un niño no tiene por qué saber, que son responsabilidad de los adultos; mientras que una mentira sí que mina claramente el respeto y la confianza, esta opción no lo hace.
- Seamos amables con nuestros hijos. Las palabras tienen un gran valor, expresiones como gracias, disculpa y por favor marcan la diferencia.
- Evitemos darles todo lo que quieren/piden y en el mismo momento en que lo hacen. Una gratificación debe llegar en el momento oportuno, cuando el niño se la ha ganado, y la espera del premio nos enseña a mejorar la demora de la gratificación, algo muy importante cuando el niño va creciendo.
- Hablemos en un tono adecuado. El respeto no va de la mano de los gritos, sino todo lo contrario. Cuando corregimos a un niño en un todo calmado y firme, nuestra autoridad se ve reforzada.
- Corrijamos su forma de contestar o protestar. Si nuestro hijo nos contesta de una forma inadecuada, podemos aprovechar la ocasión para explicar cuál es la forma correcta de hacerlo, sin un tono enfadado, agresivo… Para que lo entienda podemos poner ejemplos.
- Clarifiquemos las normas de casa. Cuando las normas de funcionamiento están claras la convivencia mejora notablemente. Es bueno repasar las normas de casa periódicamente, o cuando intuyamos que no están claras.
- Seamos consistentes. En demasiadas ocasiones cambiamos nuestra forma de actuar según nuestro estado de ánimo o de energía. Si una norma está establecida, no nos la saltaremos aunque las circunstancias sean diferentes (visitas, cansancio…). Es preferible que las normas sean pocas, pero claras y siempre presentes.
- Pongamos límites. Los niños necesitan saber qué pueden y qué no pueden hacer, y esta información no la llevan en el adn, no nacen con ella, debemos ir aclarando qué es y qué no es correcto, marcarles de una forma muy clara los límites. Esto ayuda a que perciban su entorno como seguro y predecible, lo que conlleva para ellos sensación de seguridad.
De esta manera conseguiremos que el respeto forme parte de su vida, que entiendan que es necesario respetar la autoridad de ciertas personas, y que esto va de la mano de la tolerancia y la cordialidad.
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